miércoles, 22 de abril de 2015

Una de las Vías Verdes más bonitas de España, Vía Verde del Plazaola. Navarra-Euskadi

                           Vía Verde del Plazaola




Como todos sabéis las Vías Verdes son trazados ferroviarios en desuso, recuperados y acondicionados para su uso lúdico deportivo. Este es el caso de la Vía Verde del Plazaola, una vía verde en la que la palabra “verde” adquiere una mayor relevancia, ya que es el color que predomina: el verde de prados, de los bosques, del musgo y de los helechos. Un trayecto que rebosa frescura. 




Un poquito de Historia:

En 1904 entró en funcionamiento un pequeño ferrocarril minero, que unía las minas de Bizkotx, con la estación del Norte en Andoain. En principio solo estaba destinado al trasporte del mineral, pasando más tarde a transportar pasajeros también. Después de unos años, se amplió su trazado hasta San Sebastián y Pamplona.
No fue muy rentable, pero si muy popular, conocido coloquialmente como "El Plazaola".





Comenzamos nuestro trayecto desde la estación de Lekumberri, en Navarra. En la antigua estación, rehabilita, se encuentra la sede del Consorcio Turístico del Plazaola. Aparcado en el centro, 
donde antes se ubicaban las vías, un antiguo vagón rojo alberga juegos infantiles. Las inmediaciones cuentan con zona de aparcamiento.





En el trayecto vamos ascendiendo poco a poco rodeados de bosque: atravesando varios túneles, iluminados, trincheras, con helechos que llaman nuestra atención, y algún arroyo. Al salir de los túneles se produce un gran contraste, de la oscuridad, al verde intenso que domina todo el valle.






Uno de los túneles, el de Uitizi, de casi tres kilómetros, es el más largo de Europa en una Vía Verde: con luces que se van encendiendo conforme vamos avanzando; con muchas filtraciones y charcos, que van formando un pequeño riachuelo en uno de los márgenes del túnel. Toda una experiencia subterránea que por si sola ya justificaría la visita a esta Vía Verde.



Desde el túnel de Uitizi hasta Leitza, fin de nuestro trayecto, 30 km. +- ida y vuelta, aún atravesamos otros siete túneles. Prados verdes con caseríos blancos que salpican el paisaje. 





La lluvia, fina y persistente, fue la compañera de nuestro recorrido, responsable de que estos parajes tengan este color tan verde, cautivador y deslumbrante cuando sale el sol.






El verde, es el color de esta vía, la Vía Verde del Plazaola. La Vía Verde más verde que hemos recorrido hasta la fecha, al menos en este tramo.





La Vía Verde del Plazaola está considerada una de las Vías Verdes más bonitas de España, cualidades no le faltan. A nosotros nos pareció una PRECIOSIDAD.


  

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sábado, 18 de abril de 2015

Gúdar, el pueblo que da nombre a toda una sierra

             Gúdar, Comarca de Gúdar- Javalambre, Teruel




Asentado a los pies de una gran muela rocosa, a 1.581 metros sobre el nivel del mar, con su enorme balconada que se asoma sobre el Valle del Alfambra, Gúdar, con menos de 100 habitantes, es el pueblo que da nombre a toda una sierra, la Sierra de Gúdar, en la Comarca de Gúdar Javalambre de Teruel.





Desde la lejanía lo que más llama la atención de Gúdar es su ubicación, una situación de altura que lo convierte en un excelente mirador de todo este valle, sus pastizales y sus pinares, brindándonos la oportunidad de ver atardeceres preciosos.




Llegamos a Gúdar por una de las carreteras más pintorescas de la comarca. 
Nada más llegar a la población nos encaminamos hacia su mirador, es como un imán que tira de nosotros y nos sube hasta la Peña Magdalena, trayecto que se estaba acondicionando en nuestra ultima visita, y que coincide con el calvario que se dirige a la ermita de la Magdalena y el cementerio, en lo alto de la mole rocosa. 

El pueblo entero se asienta sobre una cornisa, es un pueblo pequeño, de pocos habitantes, pero que, como la mayoría de poblaciones de esta sierra, multiplica sus habitantes en periodos vacacionales y fines de semana. Próximo a la pistas de esquí de Valdelinares, cuenta con una carretera de acceso casi directo hasta ellas.

La casas de Gúdar son de la arquitectura típica de la zona: piedra vista, madera y forja. El ayuntamiento, un edificio sencillo, lucido y pintado de blanco, es uno de los inmuebles privilegiados con las vistas, y justo enfrente de él, como si de un palco se tratase, hay situados un par de bancos para admirar el panorama. 




Lo más destacable, en cuanto a monumentos, es la iglesia de Santa Barbará del S.XVIII y la ermita de la Magdalena del S.XII.




Lo más relevante de Gúdar, a nuestro modo de ver, es su inmenso paisaje y sus fuentes. 

Una de las excursiones primordiales, dada la belleza del entorno y la facilidad de acceso, es la de Los Caños de Gúdar.


             
 Indicaciones en el acceso de la antigua carretera





En el kilómetro 39 de la A-228, en una de las curvas suprimidas de la vieja carretera que le hace de entrador y que está aun sin señalizar, se sitúa el acceso a este paraje tan especial: dotado, en su primer tramo, con mesas de picnic y sitio para dejar el coche. 





En un trayecto señalizado de poco más de 400 m., acondicionado con un par de puentes de madera que salvan el curso del río Alfambra, se pueden observar Los Caños de Gúdar, torrentes de agua que aportan sus aguas al río, y que, según épocas del año, bajan con fuerza. 





Las indicaciones llegan hasta la Fuente de los Caños, una caída de agua de unos 4 m. de altura en la que se ha formado una poza y una pequeña playa, un lugar ideal para darse un baño de gélidas aguas. 






El recorrido y el entorno es sí ya son agradables, y se ven aumentados si el río baja generoso.

El río Alfambra nace en la Sierra de Gúdar y se dirige hacia la Ciudad de Teruel, donde se une al Guadalaviar para juntos formar el Turia. 
Más información del nacimiento del Turia en el siguiente enlace 👉:https://www.unpaispararecorrerselo.com/2013/01/rio-turia-teruel_14.html





La Sierra de Gúdar es un lugar de altura; historia, arte, naturaleza y deporte se dan en estas tierras turolenses. Una comarca privilegiada para la observación del cielo nocturno.


Gúdar, muy cerca del Cielo



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miércoles, 8 de abril de 2015

Cartagena, Murcia


Cartagena, Puerto de Culturas, Donde el Mediterráneo escribe la historia” este era el eslogan con el que se promocionaba turísticamente la Ciudad de Cartagena y es que por ella han pasado todas las civilizaciones.




Poblada desde hace más de 2.500 años, la villa fue fundada y refundada sucesivamente por mastienos, cartagineses, romanos, bizantinos, árabes y cristianos. Codiciada a lo largo de los siglos por su importante puerto de mar, los diferentes pueblos que por él pasaron, fueron haciendo de esta ciudad una verdadera amalgama, mezcla de culturas y civilizaciones que dejaron una huella imborrable de su paso.





Mastia, la llamaron los Mastienos. El caudillo cartaginés Asdrúbal la fundo con el nombre de Qart-Hadassat (Ciudad Nueva). Más tarde, tras ser conquistada para Roma por Publio Cornelio Escipión, fue llamada Carthago Nova. Tropas bizantinas del Emperador Justiniano tomaron la ciudad y la convirtieron en la capital de la provincia de Spania…




Comenzamos la visita turística, a nuestro aire, subiendo al cerro de la Concepción para, desde su mirador, tomar un primer contacto visual con la ciudad y su bahía, el ascenso se puede realizar con el Ascensor Panorámico, situado en la calle Gisber. Desde lo alto se observa perfectamente el teatro romano que se asienta en las faldas del cerro, aprovechando el desnivel de la colina para su graderío, teatro que fue descubierto no hace mucho de forma casual. Junto a él los restos de la antigua catedral. También desde lo alto, en este caso desde el ascensor y su pasarela, se ven los restos, al otro lado de la calle, de la antigua Plaza de toros y del Anfiteatro Romano. En el cerro de la Concepción además se puede visitar el Refugio- Museo de la Guerra Civil, galerías excavadas como refugio antiaéreo con capacidad para albergar a 5.500 personas.





Continuamos caminando y tras pasar el portal de la calle Gisber bordeamos la Muralla de Carlos III por el paseo de Alfonso XII, hasta llegar a la Plaza del Ayuntamiento, en los bajos de este bonito edificio está situada la oficina de información turística. En la misma plaza se ubica el Museo del Teatro Romano, puerta de acceso al mismo y donde se reúnen las piezas halladas durante las sucesivas excavaciones. 





Nos adentramos por la calle Mayor, donde conviven comercios con magníficos edificios modernistas, Casa Cervantes, con los típicos miradores blancos cartageneros, el Casino, la Casa Llagostera, El Gran Hotel, con una vistosa cúpula, edificios que salpican la ciudad y nos recuerdan la importancia de su pasado industrial. En los aledaños de la calle Mayor y la Plaza del Ayuntamiento hay números locales de tapeo, en especial la calle Cañón, en donde se suceden los locales uno tras a otro y donde nosotros sucumbimos, en el callejón de San Isidoro, en concreto en Theatrvm, con frituras servidas en cucuruchos de papel, habíamos leído criticas en 
Tripadvisor, no nos defraudo.



A la mañana siguiente nos embarcamos a primeras horas en el barco turístico, catamarán que con una velocidad media de 9 nudos, nos pasea por la bahía de Cartagena, duración 1h.+-, con la posibilidad de desembarcar en el Fuerte de Navidad, barco y fuerte, duración 2h. +- . Desde el barco se obtiene una visión diferente de la ciudad, acompañado de una locución en varios idiomas, nos descubre todos los rincones de la dársena natural de la ciudad.





Desembarcamos en el Fuerte de Navidad, a pie de pasarela nos espera una guía que comprueba nuestros billetes y nos acompaña hasta el patio de armas de la fortificación, allí, otro guía nos explica la historia y los entresijos del Fuerte y nos invita a ver un audiovisual, dejándonos visitar el Fuerte a nuestro libre albedrío. De retorno al embarcadero nos podemos acercar hasta el Faro de Navidad.




De nuevo en la ciudad nos dirigimos al Museo Nacional de Arqueología Subacuática, en el que podemos ver desde ánforas y monedas de diferentes tipos y épocas, hasta los restos de un barco fenicio e incluso, el recuperado cargamento del buque Nuestra Sra. de las Mercedes, fragata de la Armada Española que naufragó en el Atlántico tras el ataque de la armada inglesa, cuando transportaba caudales y efectos de la Real Hacienda de América a la Península. Encontrado por una empresa de “cazatesoros” y que, después de un largo litigio, han sido devueltos a su legítimo dueño, el Estado Español.





Nos adentramos de nuevo en la ciudad, en dirección al Foro Romano, Avgusteum, de camino nos topamos con la Confitería Sánchez, en la calle Medieras, en la que, dejándonos aconsejar por la dependienta, compramos algunos de los pasteles típicos de la ciudad, Pastel de Carne típico de Cartagena, Pastel Murciano y Pastel de Cierva, dulce y salado, y también, siguiendo el consejo de una cliente, adquirimos unos “Exploradores”, un pastelillo de pequeñas dimensiones dulce por fuera y salado por dentro, relleno de carne picada, exquisito.





Nos quedaron lugares en el tintero para futuras visitas, el Museo Naval, en que se encuentra el submarino de Isaac Peral, que solo vimos a través de los cristales. Los restos de la Muralla Púnica y su centro de interpretación. La Torre Ciega y la Columnata Romana. Muchos de los baluartes que salpican la bahía, como la Batería de Castillitos, y muchas de las casas modernistas.





Lejos quedan los días en los que Cartagena, era un destino obligado para los reclutas de reemplazo que debían cumplir con la patria en el Servicio Militar Obligatorio, la controvertida “Mili”, añorada por unos y odiada por otros ¿Quién no ha tenido un amigo, primo o novio que hizo la mili en Cartagena, en la Marina?





A día de hoy Cartagena es una ciudad abierta al visitante con mucho que ofrecer, sin dejar de lado su pasado militar todavía muy presente.
                               
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viernes, 3 de abril de 2015

Ruta por las Batuecas y Peña de Francia, Salamanca


AUTOR: J.L.V.A.


Esta vez tocaba super-ruta, es decir, de las largas y por tanto le corresponde un super-relato, así es que aviso ya de entrada a los lectores para que vayan prevenidos en cuanto a tiempo y ganas.




Prefiero contar la “aventura” cuando se tiene reciente pero con la suficiente demora temporal que permita obviar los detalles que menos me hayan impactado. De esta manera, los posos que dejan las vivencias serán aquellos que se van a recordar aunque pasen muchos años. Por poner un ejemplo, Mogarraz, un pueblo con cierta fama, es verdad que puede ser más auténtico que La Alberca, éste más enfocado al “turismeo”, pero también resulta más aburrido y lo único que lo diferencia del resto es que tiene sus fachadas salpicadas de fotos antiguas de los lugareños, extraídas del archivo local, consecuencia de un peculiar proyecto, Retrata-2, sobre unas planchas metálicas de buen tamaño.




Pero la primera parada, brevísima, había sido en los 4 postes de Ávila, buscando quizá una iluminación imposible al amanecer así es que tuve que continuar la ruta, algo decepcionado. La siguiente parada fue en Villanueva del Conde, un pueblo chiquito y muy majete, con una amplia plaza y una bien plantada iglesia. La razón de mi parada era meramente logística: necesitaba de ese pan de pueblo recién hecho para acompañar al salchichón ibérico que me iba haciendo guiños todo el viaje, pero no pudo ser, un amable ciclista me explicó que no había suficiente demanda para sustentar una panadería.




De ahí a Mogarraz, donde el pan lo llevaban a las 10 desde otro pueblo, según pudieron explicarme entre un mudo por señas y un viejito desde una terraza y faltaba más de media hora. La arquitectura tradicional de esta zona es muy bonita pero está mezclado lo auténtico con lo meramente decorativo, es decir, fachadas imitando a lo tradicional. Y de Mogarraz a La Alberca, “capital” de las Batuecas, importante núcleo turístico, con campings, urbanizaciones de apartamentos, casas rurales e incluso varios hoteles de buena pinta. Tiene un par de largas calles medio peatonales con los típicos comercios enfocados a turistas, de regalos, artesanía y gastronomía variada (dulces, quesos, pimentón, miel, embutidos, jamones, hornazos y muchos etceteras …). Y pude contar hasta cuatro panaderías. En la primera que entré porque olía a gloria bendita, lo estaban haciendo, con masa madre según me explicó la señora y me emplacé para recogerlo al regreso pero sin embargo en la siguiente panadería sucumbí a la tentación porque el salchichón y mi estómago no estaban dispuestos a esperar más. Como era Lunes Santo, todo el pueblo se estaba afilando los dientes a la espera del turista ocasional. La plaza de La Alberca constituye por sí sola la estampa auténtica que representa a toda esta región de Las Batuecas.



Me gustó también un pequeño y coqueto puente sobre el río y me sorprendieron sus aceras, hechas con grandes bloques de piedra. Y me encantó cruzarme con una viejecita ataviada con las ropas típicas, cargada de humildad, limpieza y elegancia. En la puerta de la iglesia se encuentra la escultura de un cerdo de tamaño medio hecha por una escuela de aprendices del lugar y que supone de facto el icono donde todo el mundo se hace la foto de rigor. En varios pueblos pude observar la existencia de una pequeña ermita, llamada del humilladero, cuyo significado os dejo que consultéis en google para no darlo todo hecho, jeje.




El siguiente objetivo era la Peña de Francia (Francia es la sierra y Francia es el río), erguida montaña que se observa desde muchos kilómetros a la redonda que alberga un santuario y una estación repetidora. Desde el desvío son 12 km de subida por una amplia carretera (suben los autobuses del Imserso) que garantiza unas vistas excepcionales en todas direcciones. Por cierto que la virgen aquí también es morenita. Aunque el viento soplaba con ganas tuve que agradecer lo limpio de nubes que estaba el cielo porque a mi lado una pareja comentaba que de cinco veces que habían subido nunca habían podido ver la linea del horizonte. El santuario, nada especial por dentro, pero colosal por fuera, era visitable y gratis. También, bajo un curioso monolito de gran tamaño, había excavada una especie de trinchera subterránea que se convertía en una balconada sobre el vacío.






La siguiente parada fue en San Martín del Castañar, por recomendación de un viajero, otro pueblo fiel representante de la arquitectura de la zona donde me di un paseo callejero porque el coche había que dejarlo en la entrada. Me gustó su iglesia. Como anécdota diré que había muchas golondrinas y también me sorprendió un señor fabricándose macetas en madera a base de 5 tablillas.







Tras subir el puerto del Portillo, cargado de silencio y buenas vistas, toca una increíble bajada con quince o veinte revueltas en plan Alpe D'Huez, y ya abajo se llega al Monasterio del Santo Desierto de San José de las Batuecas (en rehabilitación), curioso nombre con un no menos curioso cartel en la entrada de su fachada coronada con un árbol en su cúspide. A destacar un paseo fluvial de unos cientos de metros desde el aparcamiento (ojo que hay dos parkings, uno de unas 15 plazas y otro el doble de grande, algo más lejano) hasta el monasterio que discurre paralelo al río de forma que se circula encajonados en madera cual cabestros en San Fermín, con bancos en el trayecto y hasta merendero con fuente.




Ya en pleno valle de Ambroz, llegué a Hervás, otro pueblo recomendado, a eso de las 4 de la tarde. Aunque lo intenté hasta en 3 sitios, me resultó imposible comer, ni de menú, ni de carta: unos cerraban, otros se les había acabado todo, vamos que ni aperitivo me pusieron. Ya hablaré de ellos en Tripadvisor. Supuestamente lo destacable de este pueblo era su barrio judío. Había muchos turistas dando vueltas, pero a mí me decepcionó, no sé, quizá porque estaba sin comer. En la iglesia andaba medio pueblo faenando y limpiando con vistas a las inmediatas procesiones.


Desde Hervás sale una vía que comunica con el valle del Jerte subiendo por el puerto de Honduras. Son 17 km. de subida y otros tantos de bajada por una muy peligrosa carretera, con buen firme pero muy estrecha que obliga a parar al cruzarse dos coches pues el ancho de la vía es menor que la anchura de los dos vehículos luego alguno de los dos se tiene que salir al minúsculo arcén. Aprovechando de mi experiencia me puse a chupar rueda de otro coche que me iba abriendo camino y aunque intentó distanciarme acelerando en las rectas con visibilidad, luego le tocaba frenar en las curvas y así fuimos todo el trayecto haciendo el muelle.




Ya en el Valle del Jerte, congestionado el tráfico por las obras del desdoblamiento de la carretera, subí a El Torno, pues tenía pendiente de un viaje anterior visitar el Mirador de la Memoria, con una preciosa vista y 4 esculturas humanas en recuerdo de nuestra guerra civil.






Y de ahí a Plasencia, con la obligada visita al Succo y al Tentempié, donde disfruté de un espléndido zorongollo (ensalada de pimientos asados, ventresca de atún, ahumados de salmón y bacalao, decorado con berros, manzana, fresas y vinagreta de módena y con mucha cebollita) y algo más que me reservo. Terminé viendo la procesión, felicitándome de ser solo espectador al ver como salían echando el bofe y sudando los nazarenos en cada cambio de grupos y pese a la frecuencia de los mismos. Quedé citado con una hamburguesa de retinta para el próximo jueves y para tomarme el cafelito en el parador que esta vez no hubo tiempo.



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