Viaje a las Entrañas de la tierra
Comenzamos la visita en la lampistería, allí, nos ataviaremos como auténticos mineros, nos entregaran el con casco luz frontal, que nos ajustaremos al diámetro de nuestro cráneo, en el cual anteriormente nos habremos puesto un gorro de usar y tirar. También, y atado a la cintura, llevaremos la pila y el autorrescatador, un objeto del tamaño de una cantimplora que lleva un filtro para poder respirar dentro de la mina en caso necesario y que tiene duración para una hora aproximadamente -esperemos no tener que utilizarlo-.
Ataviados de esa guisa, tal cual como si nos fuéramos al tajo, nos dirigimos hacia la boca de la mina.
En grupos de un máximo de veintitrés personas nos subimos en una vagoneta, o carro de relevo, con el cual descendemos a las entrañas de la tierra. ¡Y tanto que descendemos! Por una pendiente de 36º y a 200 metros de profundidad no apta para claustrofóbicos.
Tras alcanzar la cota mínima por la cual discurre la visita, nos apeamos de la vagoneta y continuamos andando por la mina. Veremos las herramientas y útiles utilizados por los mineros a principios del siglo XX, los cuales eran de su propiedad, los dueños de la mina les hacían comprar las herramientas a los propios mineros para asegurarse de que las cuidaban como si fueran suyas, y así lo hacían, llevándoselas a casa y encargándose de su mantenimiento, de igual forma procedían con los explosivos para asegurarse de que les daban buen uso.
La mayor peculiaridad de la visita al Museo Minero de Escucha, es poder contemplar una autentica veta de carbón, sentir el peso del equipo durante la hora y media aproxima que dura la visita y ver las herramientas pesadas que se utilizaban. Con todo ello nos podemos hacer una ligera idea de lo que suponía estar 8 horas de trabajo en esas condiciones.
Al llegar al final de la visita volvemos al carro de relevo, nos sentamos en la misma posición en la que bajamos, ósea que ascendemos de espaldas a la marcha.
Ataviados de esa guisa, tal cual como si nos fuéramos al tajo, nos dirigimos hacia la boca de la mina.
En grupos de un máximo de veintitrés personas nos subimos en una vagoneta, o carro de relevo, con el cual descendemos a las entrañas de la tierra. ¡Y tanto que descendemos! Por una pendiente de 36º y a 200 metros de profundidad no apta para claustrofóbicos.
Tras alcanzar la cota mínima por la cual discurre la visita, nos apeamos de la vagoneta y continuamos andando por la mina. Veremos las herramientas y útiles utilizados por los mineros a principios del siglo XX, los cuales eran de su propiedad, los dueños de la mina les hacían comprar las herramientas a los propios mineros para asegurarse de que las cuidaban como si fueran suyas, y así lo hacían, llevándoselas a casa y encargándose de su mantenimiento, de igual forma procedían con los explosivos para asegurarse de que les daban buen uso.
La mayor peculiaridad de la visita al Museo Minero de Escucha, es poder contemplar una autentica veta de carbón, sentir el peso del equipo durante la hora y media aproxima que dura la visita y ver las herramientas pesadas que se utilizaban. Con todo ello nos podemos hacer una ligera idea de lo que suponía estar 8 horas de trabajo en esas condiciones.
Al llegar al final de la visita volvemos al carro de relevo, nos sentamos en la misma posición en la que bajamos, ósea que ascendemos de espaldas a la marcha.
La visita toca a su fin, nos dirigimos de nuevo a la lampistería para devolver los útiles prestados.
Aliviados ya de esta pesada carga, podemos continuar el recorrido por los edificios cercanos, en los que se pueden ver fotografías, maquinaria y fósiles encontrados por la zona, muchos de ellos moluscos y otras especies marinas pertenecientes a la zona del mar de Aragón.
En el interior de la mina no está permitido hacer fotografías,
por lo que las que acompañan este escrito pertenecen a la página del Museo Minero.