AUTOR: J.L.V.A.
Un día en el valle del Jerte:
Pues debo reconocer que mi primera excursión al valle del Jerte ha sido una grata sorpresa. Inicialmente prevista para ser realizada con Miguel y cancelada por su operación, se convirtió finalmente en una especie de regalo del día del padre que me hicieron mis hijos, sin duda, uno de esos días que no se olvidan nunca.
Teníamos previsto realizar un par de “caminatas” que por si mismas ya justificaban el desplazamiento pero llevábamos el caramelito de intentar pillar algo de la floración de los cerezos que sabíamos que sucede progresivamente, comenzando en la zona más baja y cálida del valle; aunque la semana anterior no había ná de ná, según iba controlando en la página oficial de turismo del valle del Jerte, el apretón de buen tiempo ha logrado en solo un par de días una floración cercana al 50% que sirvió al menos para no decepcionarnos.
Salimos de casa a las 6:30, ya con algo de retraso sobre lo previsto, vía Ávila y regresamos a la 1:30 del domingo vía Talavera. El día se aprovechó a tope y casi se nos queda pequeño.
La lluvia nos acompañó en el viaje hasta el desayuno y la niebla nos impidió ver las vistas desde el mirador del puerto de Tornavacas, único lunar, por lo que quedó pendiente para el jueves 27, en que pienso regresar a disfrutar en plan más tranquilo en principio, de la famosa floración, que ya estará en plenitud.
El valle del Jerte abarca unos 40 km. lineales, que recorre la N-110 de forma paralela al cauce del río, desde el puerto de Tornavacas en dirección a Plasencia, jalonada por un puñado de pueblos siendo su centro neurálgico la terna compuesta por Jerte, Cabezuela del Valle y Navaconcejo, aunque en toda la zona la vida se mueve en torno al mundo de la cereza, base de su desarrollo turístico. Se ve que el microclima de la zona resulta perfecto para esta fruta, donde las numerosas gargantas a ambos lados del recorrido suministran agua en abundancia a la vez que nos ofrecen paisajes y saltos de agua que posibilitan un senderismo enriquecedor y fuera de lo habitual.
Previamente al paseo senderista pensaba realizar un recorrido circular en coche por los pueblos de ambas vertientes, principalmente para admirar el paisaje pero finalmente por la premura del tiempo tuve que reducirlo a la mitad.
Aunque yo creía que iba profusamente documentado me acerqué a la oficina de turismo para ver si me proporcionaban algún plano más detallado sobre las dos rutas que pensaba realizar. No fue así pero pude escuchar las recomendaciones que le estaban dando al turista anterior a mí, sobre lo interesante de visitar dos puntos: cascada Marta y cascada del Caozo, ambas accesibles a pocos metros de la carretera, en Valdastilla la primera y camino de Piornal la segunda. Una se ve desde abajo y la otra desde arriba pero ambas espectaculares, pudiendo admirarse desde unos privilegiados estructuras balconadas construidos con enrejado de hierros.
La primera ruta que hicimos, ya casi al final de la mañana, fue la de las “Cascadas de las Nogaledas”o simplemente Garganta de las Nogaledas, en Navaconcejo. Es una ruta circular que sube por un camino algo exigente en pendiente, perfectamente acondicionado, con cuerdas y cables quitamiedos en algunas zonas y hasta con escalones de piedra o con troncos de madera, vamos que lo suben hasta los niños. Puede ser poco más de 1 hora de subida y algo menos de bajada, ésta por una pista asfaltada que abandona el agua para recorrer una zona de terrazas de cerezos. La subida paralela al cauce del riachuelo (río diría yo, dado el caudal) es una progresión de cascadas continuas, contando 5 o 6 solamente numerando las más grandes y claro, en cada punto-mirador o recoveco del camino paradita para la foto de rigor, bien hacia la cascada o bien hacia el paisaje, lo que penaliza la duración de la ruta, pero también nos sirve para ir descansando, sin perder fuelle aunque tampoco se puede coger ritmo en ningún momento.
Tras mover el coche unos pocos kms hasta la Garganta de los Infiernos, en la vertiente opuesta, comenzamos la ruta hacia Los Pilones, que son una curiosa sucesión de pozas horadadas por el agua en el granito (pilones) por donde el rio va pasando de una a otra, aptas para el baño en verano. En este punto debo incluir que a lo largo del valle del Jerte hay más de una docena de piscinas naturales, repartidas por los diferentes pueblos, acondicionadas muchas de ellas con chiringuito y hasta con arena, muy concurridas en verano. Esta ruta de los Pilones son poco más de 3 km de subida (menos de 1 hora) y otro tanto de bajada. La subida la hicimos por un sendero muy bien señalizado con el primer km algo duro y y la vuelta por una pista asfaltada bastante aburrida casi paralela al sendero. Al final de la ruta se encuentran los pilones que son el único punto de interés (sobre todo después de haber visto la ruta anterior de las Nogaledas). Tras llegar a un puente se cruza al otro lado del rio y se circula por un camino esculpido en la roca, con multitud de cuerdas y apoyos, pudiendo observarse los pilones durante unos 100 metros hasta llegar a una fuente (fuente de los pilones), lugar de parada obligatoria para tomar el bocata. Esta ruta, es susceptible de ampliarse todo lo que queramos extendiendo su alcance y convirtiéndola en circular. Aunque la fama la tiene la garganta de los infiernos (quizá por lo sonoro de su nombre) a mí particularmente me gustó más la ruta de las Nogaledas, puede que por el encanto de lo no esperado.
Por la tarde finalizamos en Plasencia y tras un recorrido por las calles fuimos a cenar de tapas en el Succo y en el Tentempie, verdaderamente espectacular, tanto de presentación, como de sabor y encima bastante bien de precio. Y el broche fue tomar el cafetito y el rooibos en el Parador.
En resumen, una jornada inolvidable rodeado de mis hijos y sorprendentemente sin discusiones.
En resumen, una jornada inolvidable rodeado de mis hijos y sorprendentemente sin discusiones.